Monumento al Genocidio en Tsitsernakaberd, Ereván, República de Armenia |
Hace 97 años, el pueblo armenio se vio envuelto en una feroz persecución que
se cobró la vida de alrededor de 1.500.000 personas. El entonces Imperio Otomano, que
participaba de la Primera Guerra Mundial junto a las potencias de Austria-Hungría
y Alemania, decidió librar una limpieza étnica en busca de deshacerse de una nación que obstruía su objetivo
panturquista.
El 24 de abril de 1915 es la fecha tomada como inicio de lo que se dio a
conocer como el genocidio armenio,
cuando el Partido de los Jóvenes Turcos, a cargo del gobierno del Imperio, hizo
detener a religiosos, intelectuales y políticos armenios que luego fueron condenados
a muerte tras falsos enjuiciamientos. Aquel episodio fue el primero de una
serie que incluyó ejecuciones, exilios forzosos y extensas marchas por el
desierto sirio, entre otros.
En Buenos Aires, como todos los años, la comunidad armenia conmemoró el
nuevo aniversario mediante una ceremonia religiosa llevada a cabo en la Catedral
San Gregorio El Iluminador, frente al Centro Armenio sobre la
calle Armenia en el barrio de Palermo.
“Como todos los años celebramos una misa y responso.
La gente viene a la Iglesia, no solamente para rezar por el alma de los
mártires, sino también a orar para nosotros mismos, para mantener la identidad,
que es lo más importante desde el punto de vista mío”, expresó el Arzobispo de
la Iglesia
Apostólica Armenia para Argentina y Chile Kissag Mouradian.
Además,
Mouradian le contó a Hechos con Derechos
su visión sobre el estado actual de un conflicto sin resolver y sus
expectativas en torno al mismo. “Al recordar un millón y medio no estamos
pretendiendo que vuelvan a la vida, porque eso es imposible; pensar que Turquía
alguna vez lo va a reconocer, es utópico; y pensar que algún día vamos a
recuperar los territorios es un sueño. Pero es un sueño que no mantiene vivos”,
compartió el Arzobispo.
“No
podemos perder la identidad. Podemos perder el territorio, el idioma o
costumbres, pero lo esencial es sentirnos que somos hijos de un pueblo que ha
dado tantos mártires. Somos armenios. En primer lugar mantener la identidad
para sentirnos lo que somos y lo que es nuestro derecho. No es una obligación
es un derecho que nos corresponde”, afirmó Mouradian.
El clérigo
no duda en afirmar que Turquía tiene una deuda histórica con el pueblo armenio,
pero le cuesta creer que algún día esta será saldada, ya que ello significaría
la cesión de territorios.
“La
aceptación significa asumir que nos echaron de nuestra casa y la ocuparon, y
que por lo tanto esa casa no les corresponde y tienen que devolverla. Por lo
tanto lo más fácil es negar lo que sucedió. Esa es la lógica que está
ocurriendo. La verdad es que echaron a los armenios de su patria histórica”,
acusó Mouradian.
Aunque
siempre resaltó la necesidad de que las reparaciones surjan mediante el diálogo
y la diplomacia, a las que calificó como las únicas vías posibles de solución
pacífica. “Cada parte deberá resignar una porción de lo que reclama, mucho
ellos poco nosotros o poco ellos mucho nosotros. Pero lo que sí es cierto es
que el pueblo armenio ya ha perdido demasiado”, concluyó.