domingo, 1 de julio de 2012


Grabación del primer CD del taller de coro de la U3




Las internas del CRD en plena grabación del disco
El viernes 29 de junio, las internas que integran el taller de coro que funciona en el Centro de Rehabilitación de Drogadependencia (CRD) del Instituto Correccional para Mujeres Unidad 3, en Ezeiza, participaron de la grabación del primer CD producido íntegramente en un centro penitenciario en la Argentina. El proyecto servirá para documentar y testimoniar el progreso del taller que ya lleva cuatro años de trabajo. Catorce internas, bajo la dirección del Maestro Javier Zentner, les pusieron alma y voz a temas de artistas populares como Charly García, Alejandro Lerner, Patricia Sosa, o Los Nocheros, entre otros.






   El taller de coro forma parte del Programa Arte en las Cárceles, mediante el cual se intenta garantizar el ejercicio del derecho a la cultura mencionado en los artículos 26 y 27 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre


    Zentner explica que la actividad trata de "ofrecer a las internas un espacio para el reencuentro con la propia voz, punto inicial de cualquier forma expresiva, y también sumar la posibilidad del 'efecto coro': una cantidad de prácticas conectadas a la actividad coral que implican el ejercicio personal ligado al funcionamiento en conjunto. Con la confianza en que muchos de los descubrimientos y aprendizajes que allí se experimentan sean aplicables en otras áreas del quehacer social".
Durante el ensayo previo a la grabación
    El Programa Arte en las Cárceles es una iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Nación que, desde 2010, funciona bajo el paraguas del Programa Nacional de Políticas Culturales en Espacios Penitenciarios y Post-Penitenciarios que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Su ex-coordinador, Diego Urribarri aclara que se trata de un programa sin antecedentes a nivel mundial ya que, por primera vez, involucra una política estatal que trasciende a la gestión de turno, lo cual permite aplicar planes a mayor plazo.
    Lo más innovador y revolucionario del programa es que el Estado primero reconoce a los derechos culturales como derechos humanos y desde ese momento obliga a que su ejercicio en penales y cárceles sea respetado. Estipula que la cultura, entendida como campo simbólico que nos determina como sujetos, debe servir como alternativa a la lógica carcelaria. El arte es tomado como la resultante del proceso cultural y es utilizado para alejar a los presos de la imagen que se crean de ellos mismos al vivir dentro de una prisión. "Se trata de construir estructuras en las que desarrollar estrategias de intervención para combatir las vulnerabilidades y forzar una vincularidad diferente".
    Para Urribarri "es una responsabilidad del Estado con el excluido". Opina que el programa tiene injerencia en cuestiones de seguridad e inclusión social e insiste en el arte como recurso para desarrollar políticas de modificación cultural: "Hubo varios casos de internos que decidieron terminar la primaria luego de aprender a leer para poder cantar las canciones", ejemplifica.






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